
Eran las 23:42 de la noche. Un hombre sentado en su cama viendo un punto fijo en el suelo, en la oscuridad absoluta de su hogar. Su dolor agrietado apunto de romperse trazaba líneas inconexas que intentaban representar alguna imagen de añejos recuerdos de felicidad perdidos en el pozo del olvido y la adultez. Su suspiro de desesperanza y desencanto cantaba una larga nota muteada con tristeza que vibraba entre la calma absoluta y la locura. Sin embargo un sonido mas sutil oía incansablemente e intentaba huir de el desde ya bastante tiempo, ese sonido que provenía de su pecho ya vacío cuyas paredes internas reverberaban el sentimiento de soledad y abandono, ese eco desconocido y sempiterno cuyos lamentos parecían venir mas allá de donde fue botada la primera lagrima.
Me pare y me dirigí al baño a darme una ducha con agua congelada, intentando enfriar mi cuerpo y mi sangre que a esa altura estaba apunto de ebullir. Luego me vestí con mi mejor traje y lustre mis zapatos hasta un punto que el brillo pudiese dejar ciego a alguien, mi camisa blanca y bien planchada mientras que mi corbata se encontraba impecable. Me acerque al espejo para afeitarme y peinarme de una manera que parecía imposible en su exactitud, lave mis dientes usando el cepillo de una manera en que mi mano daba miedo en la manera en que se movía, tan mecanizadamente impulsada por el combustible mas explosivo, la rabia. Mientras lavaba mis manos con detergente para poder así asegurarme que eliminaba todo rastro de impureza, friccionándolas tan fuertes la una contra la otra que casi me dañaba la piel pensaba en la ridiculez del matrimonio y lo estupido de la apariencia de las flores, después de todo este proceso meticuloso camine hacia el living me senté en el sofá, tome el diario y comencé a leer como era de costumbre a esa hora con mi taza de café siempre fiel en la mesa de centro. Eran las 1:32am cuando termine de leerlo, luego fui a la cocina a prepararme otro termo con café, entonces tome una baraja de cartas y comencé a hacer un castillo con ellas, cerca de las 2:15am termine con toda la baraja entonces busque mi cámara y la fotografié y en su memoria quien sabe cuantas fotos de castillos de cartas tendré, de este ritual que repetía cada noche hace bastante tiempo, y cada noche luego de fotografiarla con un suave suspiro yo los derrumbaba y contemplaba la destrucción, esa inevitable destrucción.
A las 3:02am llego mi amada y querida esposa, paso derecha al baño, salio con su camisón para dormir y se echo en la cama tal cual cae un árbol después de ser tumbado por un leñador. Para que decir que si se percato de que yo estaba despierto aun sentado en el borde de la cama, si para ella daba igual mi estado, si moría, si vivía, o si mil cucarachas me comían por dentro, ella daba por hecho que dormía al lado de ella como si nada pasara. Entonces me voltie para verla, para ver su inmundicia. Ella dormía tan estupidamente en la cama como si hubiese tiempo de sobra para desperdiciarlo de esa manera. Era un cerda en su pocilga y casi podía oír el rancio sudor de sus poros salir y resbalar por su grasienta piel. Más asco me daba su boca serpentina que quien sabe por que extraña superficie y por que repugnante textura habían reptado esos labios. Esa boca que como un caracol que pasa y deja su viscosa y asquerosa baba.
Esa cueva de descaro interno que por nombre llevaba boca emanaba vapores repulsivos de dientes sin lavar y con un notable tono amarillento a causa de los incontables cigarros después de esas agotadoras noches de sexo extramarital y esas largas sesiones de placer experimental mientras yo me mato y parto la espalda
Trabajando hasta tarde en la oficina intoxicándome con café al punto de sentir que mis globos oculares saltarían de sus cuencas. Esa puta se acostaba con su jefe en vez de trabajar, (bueno después de todo esta trabajando, así se ganan la vida las putas como ella) con el cartero, con el vecino, con el tipo que tenia un almacén en la esquina, con su ginecólogo y quizás siendo muy probable también lo haría con sus amigas en su supuesto club de lectura los jueves por la noche conociendo el nivel de perversidad de esa perra que tiene por cuerpo a una mujer. Yo tomaba y tomaba café intentando evitar el sueño aunque de todos modos mi desesperación solo bastaba para permanecer en mi eterno estado de vigilia, y tampoco la esperaba despierto por estar preocupado por si llegara bien y a salvo a casa, yo la esperaba despierto para saber cual seria la estupida excusa con que me saldría esta vez y reírme de hasta donde podía llegar su descaro e hipocresía, o para ver en que estado deplorable llegaría y se arrastraría hasta la pieza cargando su inmundicia, solo ahí la droga dejaría de hacer efecto y al fin lograba conciliar el sueño.
¿Por que me equivoque de esa manera? Al cometer tal error me condene a ahogarme en un mar de vergüenzas y la culpa era el plomo amarrado a mis piernas y me hundía cada vez mas en mi cargo de conciencia del cual no sabia cuando tocaría fondo mientras intentaba buscar que sea una burbuja de humildad que me ayudara a reconocer mi equivocación absurda. Si es cierto, y ahora al fin me daba cuenta, debí haber escuchado a mí familia cuando me lo advirtieron y me dijeron que arrojaría mi vida y triunfos a la basura si me casaba con esta mujer, pero no, yo era terco, orgulloso y soberbio, no escuchaba razones y debía estar con esa mujer y solo ahora me daba cuenta de mi gran error, ese que yo solo era responsable y yo mismo debía repararlo, ese error con el que hoy terminaría.
Me levante de la cama fui al espejo y revise mi apariencia para que todo estuviera en orden, me perfume y vestí mis manos con guantes blancos para comenzar con la ceremonia final; si porque para esto era que yo me había arreglado de tal manera y elegancia, no era para esperar a mi esposa si no para celebrar el momento mas importante de mi vida, si, mas que mi matrimonio mas que me vida, era mi orgullo.
A las 4:08am los cantos de las sirenas se escuchaban en todo el condominio, las casa vecinas comenzaban a encender las luces paulatinamente y la gente husmeaba para ver que había ocurrido en la casa de los Álvarez. Primero sacan un cuerpo en un bolsa plástica que expelía un olor tan desagradable entre semen putrefacto y excremento de zoológico que hasta el más aventurado rehusaba a respirar. Los canales de televisión ya llegaron y según informaban uno de los vecinos habría advertido un disparo con cual llamo a la policía prontamente, los detectives han dicho que el cuerpo no posee ningún disparo sin embargo esta en un estado terrible, porque ha sido mutilado de una manera demencial; en esos momentos mientras los reporteros explicaban el echo aparece entre el personal sujetado por dos detectives un hombre alto, vestido elegantemente, con la cabeza en alto y ni una mancha de sangre en el cuerpo, pero sin embargo una sola imagen recorrería todo el país, la sonrisa de satisfacción de el orgullo recuperado de un hombre atormentado.
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