<h3> Retratos </h3>

--Preludio de una historia de amor.--


Aquel día, como de costumbre, caminaba errático y con la mirada perdida en quien sabe que recóndito lugar del cosmos esperando ser traída de vuelta al mundo cual pertenece, por algo que consiguiese llamar su atención. Fue entonces cuando entre la multitud la vi, con la mirada clavada al suelo, un puñado de libros y cuadernos entre sus brazos y los pies apenas despegándose para poder avanzar. Sabía perfectamente, tenia la completa seguridad de que era ella; no había lugar a dudas así como tampoco habia tiempo para tener miedo o sentir timidez. Apure el paso en dirección hacia ella, lo suficientemente para que mi voz llegara a sus oídos y no se perdiera en la selva de ruidos de la ciudad, y lo suficientemente lejos para que ni ella ni nadie pensara que intentaba agredirla.

-¿Me disculpas un momento por favor? Es primera vez que te veo, así como es muy probable que sea la primera vez que tú me vez a mi y muy posiblemente sea la ultima en que coincidamos en un mismo lugar - todo esto le decía yo mientras ella aún seguía con la cabeza caída y el cuello doblado aunque con un andar algo más lento( sí, era posible, aunque increíble, caminar mas lento) para de alguna manera demostrar que me estaba poniendo atención- Solo quiero que veas este dibujo que hice- le dije.

Y en ese mismo momento en que la joven de quien sabe que nombre tendría, alza la vista para ver mi humilde intento de arte ( dibujo realizado según recuerdo bien unos siete meses atrás) y subiéndola un poco mas para enterarse sobre quien seria su desdichado autor, simultaneamente deja caer sus libros y echa a correr tan fugazmente entre el mar de gente que en segundos la perdí totalmente de mi vista llegando creer aveces que la joven hasta seria alguna especie de fantasma que se volatilizo en la densidad del aire urbano.

Yo soy de esa clase de personas que no soportan ver un libro en el suelo o ver que las personas tratan de esa manera tan violenta a materiales de estudio tan importantes. Así que por simple inercia me agache a recogerlos y fue entonces cuando yo me llevaria ahora una gran sorpresa, tan grande que para cualquiera hubiera sido razón suficiente para echar corriendo por ahí histericamente. Que ingenuo y egocéntrico fui al creer que yo había sido el motivo de fuga de la desconocida joven, hasta risa me da ahora que lo pienso. Mis aires de grandeza no conocían limites, haber pensado que el dibujo que yo había echo, por cierto un retrato exacto de la joven en mis horas de insomnio e intentos de imaginar mi mujer ideal, seria la causa de su asombro e incluso terror. Yo estaba muy equivocado, esta casualidad bastante rara por lo demás, era solo una pequeña parte de la coincidencia mayor y que al más valiente podría horrorizar. Fue mientras me agachaba, como iba diciendo, a recoger sus libros, cuadernos y hojas sueltas desparramadas y abandonadas que lo descubrí en el reverso de una ellas. Con un lápiz pasta negro de punta gruesa y bien cargado , vi una maraña de trazos aparentemente sin orden realizados con la mescla más detonante de origen humano como lo es la pena y el odio. Luego me percate que la confusión no estaba en el dibujo si no en mi, quien lo estaba viendo en sentido contrario, entonces le di la vuelta al papel y lo vi.
Contarle a ustedes que me petrifique y que el espanto por momentos ocupó el lugar de mi sangre en mi cuerpo seria poco, decirles que era como vivir las pesadillas más espeluznantes que hallas tenido cada noche sin descanso sería hasta por decir lo menos mentirles. Por eso solo me limitare a contarles que fue lo que vi.

Me vi a mí.